¡Por fin! Tras largos meses de dudas e íntimas deliberaciones el Sr. Dilettante se ha decidido a fletar su propio barco y navegar por las procelosas aguas del ciberespacio. O en palabras de la Sra. Dilettante terminar por fin como un “friki de internet” (sic).
Internet es el paraíso del onanismo, literal y figurado, y el Sr. Dilettante quiere su rinconcito. Aun a riesgo de perder al 99,99% de lectores potenciales señalar que este blog no es porno, para eso ya tienen ustedes otras páginas que conocen tan bien. No, este blog sería mas bien lo que se conoce como “una paja mental”. Es decir, una reelaboración autogratificante y continua de asuntos sobados y requetesobados. Pero en fin, el Sr. Dilettante es como un niño y le gusta oír las mismas historias una y otra vez. Espero que a ustedes también.
Con una osadía que raya en la temeridad y que probablemente sobrepase con creces su propio talento, ha decidido poner a disposición del mundo el producto de años de consumo compulsivo de cine, televisión, tebeos y literatura. Es decir cantidades industriales de conocimientos superficiales sobre cosas básicamente inútiles.
En cualquier caso, sea el inicio de un proyecto divertido o un descenso a los infiernos del ridículo más espantoso, el Sr. Dilettante podrá manifestar en las reuniones sociales mientras remueve distraídamente su dry Martini: - Es que… Yo tengo mi propio blog.
Internet es el paraíso del onanismo, literal y figurado, y el Sr. Dilettante quiere su rinconcito. Aun a riesgo de perder al 99,99% de lectores potenciales señalar que este blog no es porno, para eso ya tienen ustedes otras páginas que conocen tan bien. No, este blog sería mas bien lo que se conoce como “una paja mental”. Es decir, una reelaboración autogratificante y continua de asuntos sobados y requetesobados. Pero en fin, el Sr. Dilettante es como un niño y le gusta oír las mismas historias una y otra vez. Espero que a ustedes también.
Con una osadía que raya en la temeridad y que probablemente sobrepase con creces su propio talento, ha decidido poner a disposición del mundo el producto de años de consumo compulsivo de cine, televisión, tebeos y literatura. Es decir cantidades industriales de conocimientos superficiales sobre cosas básicamente inútiles.
En cualquier caso, sea el inicio de un proyecto divertido o un descenso a los infiernos del ridículo más espantoso, el Sr. Dilettante podrá manifestar en las reuniones sociales mientras remueve distraídamente su dry Martini: - Es que… Yo tengo mi propio blog.

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