La siguiente historia me la contaron hace más de veinte años en la localidad palentina de Herrera de Pisuerga. Pues bien, en este poblachón castellano, flanqueado por los ríos Pisuerga y Burejo, se celebra a comienzos de agosto desde hace 38 años el Festival de Exaltación del Cangrejo de Rio, o abreviadamente: la fiesta del cangrejo. Se hacen carrozas, se celebran concursos gastronómicos basado en este crustáceo decápodo, verbenas… En fin, una excusa de lo más tonta para celebrar un fiestorro e ir a tomarla con la cuadrilla.
Desde 1970 más o menos un hongo maligno ha ido diezmando la población de cangrejo autóctona que ha ido siendo sustituida por el cangrejo americano, animal que arrasa con los ecosistemas de los ríos ibéricos además de tener una carne mucho menos sabrosa, amenazando la continuidad del mundialmente conocido festival.
A finales de los 70 una cuadrilla de jóvenes de Herrera se andaba devanando la cabeza para encontrar el motivo para confeccionar una carroza que desfilara en el festival. Finalmente a alguien se le ocurrió la macabra idea de confeccionar una horca, con su ahorcado correspondiente, para representar la enfermedad que estaba aniquilando la población del cangrejo, exaltado o no. Durante la semana previa al festival, mientras los chicos y chicas se afanaban en la construcción de la carroza una de las componentes de la cuadrilla tuvo un accidente de tráfico y falleció. El resto de jóvenes se sobrepuso a la tragedia y siguió construyendo la carroza a base de madera y papel mache. Cuando llego el día del desfile la carroza de esta cuadrilla causo sensación, tanto por lo ingenioso de la metáfora como por el cuidado detalle con el que se había construido el muñeco que representaba al ahorcado.
Días después estos jóvenes decidieron hacer una sesión de espiritismo, una afición que en aquella época era bastante común ¿recuerdan?. En lugar de hablar con los espíritus de Hitler o de Elvis, los imprudentes muchachuelos decidieron contactar con el ánima de su amiga, la fallecida en accidente. Tras extender la tabla de ouija, que en la mayoría de los casos era una cartulina con el alfabeto escrito, y colocar los dedos en el vaso de duralex, empezaron a llamar a su difunta amiga. Finalmente la finada apareció y les aseguraró que se encontraba bien y que por fin había hallado la paz. El más audaz de los allí reunidos le preguntó que si le había gustado como había quedado la carroza. La difunta les dijo que sí, pero…que la cuerda le apretaba un poco en el cuello.
¡Horror! Los reunidos procedieron a darle la vuelta al vaso y a cancelar la reunión aterrorizados ante la certeza de que: SU AMIGA MUERTA HABÍA ESTADO EN EL FESTIVAL DE EXALTACIÓN DEL CANGREJO DE RÍO DENTRO DEL MUÑECO DEL AHORCADO.
El Sr. Dilettante confiesa que en su día la historia le acojonó muchísimo y todavía hoy en día le produce muy mal rollo.

Vén como lo del festival es cierto, la leyenda es lo de la muerta.
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