jueves, 9 de junio de 2011

FERIA DEL LIBRO

Ayer, gracias a que la Sra. Dilettante me liberó durante unas horas de la tarea de cuidar del joven Dilettante, me di una vuelta por la Feria del Libro de Madrid. Esta ha sido la primera vez que he ido a la Feria. Siempre me había dado una pereza mortal mezclarme con la multitud de personas que la abarrotan en busca de la firma de Pérez Reverte, o lo que es mucho peor, de Cesar Vidal. Pero ayer, como era miércoles, consideré acertadamente que no habría mucho público. La mañana era soleada y el Retiro en primavera es un lugar muy agradable. El recinto ferial estaba casi vacío excepto por las manadas de escolares que corrían de caseta en caseta arramplando con los catálogos y preguntando si tenían manga.


- ¿Tienes tebeos japoneses?

Mi primer objetivo fue acercarme a la caseta de Valdemar, mi editorial favorita por muchas razones, y así lo hice. Tras el mostrador había una pareja que despotricaba acerca del público que acudía a visitarles. Como en ese momento yo era el único visitante, me sentí un tanto intimidado por la conversación, así que decidí retirarme discretamente ante la posibilidad de que la instalación de la caseta solo fuese una excusa para que la gente de Valdemar tome un rato el sol en el Retiro. Seguiré comprando sus libros en las librerías o por correo como lo hago habitualmente. He de decir que gracias a su recomendación en Facebook he descubierto la serie inglesa “Black Books”, lo cual me permite comprender algunas cosas…



Un poco más adelante vi un corro de gente y una cámara de televisión. Al acercarme oí a una adolescente preguntar a una amiga: ¿Quién es esa vieja?. Torcí ligeramente el gesto ante el evidente desconocimiento de la juventud sobre nuestros escritores. Al observar a la mujer, objeto de las atenciones de todo el mundo, yo mismo me pregunté: ¿Quién coño es esa señora?. Para mi vergüenza he descubierto esta mañana al leer la prensa que esa señora es Isabel Allende, una de las escritoras más vendidas en lengua castellana. En mi defensa he de decir que solo he leído un libro suyo y no me gustó nada.

Sí, soy yo, Isabel Allende.

Seguí mi recorrido por el recinto y me detuve en la caseta de la Editorial Eneida. Mientras examinaba los ejemplares expuestos, el chico que atendía hablaba con otro cliente. Yo no prestaba atención, así que me quede un tanto sorprendido cuando, tras despedirse de la otra persona me mira con cara de resignación y me dice: -A la Feria viene todo tipo de personas. Yo, sin tener muy claro en qué tipo estaría clasificándome, comenté con él unas ediciones bastante bonitas que ofrecían de cuentos de Mark Twain y de Kipling. Me llevé ambas, no sin antes asegurarme de que no estuviese el “Diario de Adán y Eva”.No es que no me guste, no. Es que en cualquier recopilación de cuentos de Twain se empeñan en meterlo y lo tengo en al menos cuatro libros.

Algunas cosas que me llamaron la atención:

- Los dependientes de las editoriales y librerías, digamos convencionales, eran todos chicos y chicas mas o menos jóvenes con aspecto de gafapastas. Los había cordiales, silenciosos, ariscos, etc.
- Los dependientes de las librerías esotéricas eran, lamento el estereotipo pero me ciño a la verdad, argentinos de mediana edad intentando vender libros a mujeres sobre la purificación del aura.
- Los dependientes de las librerías cristianas eran señoras mayores muy serias y arregladas.
- Los dependientes de las librerías de reproducciones y facsímiles de lujo eran varones y mujeres muy atildados con aspecto de vendedores del Corte Inglés.
- El cliente tiene que gustar a los vendedores y no al revés, como dictan las normas del pequeño comercio desde la noche de los tiempos.

La experiencia ha resultado instructiva. Volveré.

Finalizado el recorrido por todas las casetas volví corriendo hacia la Mansión Dilettante para hacerme cargo del pequeño.

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