martes, 25 de octubre de 2011

LAS SIRENAS DE BAGDAD


Yasmina Khadra, seudónimo del novelista argelino Mohamed Moulessehoul, es un antiguo oficial del ejército argelino, que utilizó un nombre de mujer para firmar su obra y describir, desde el anonimato, la Argelia de los 90, los años del plomo, un lodazal donde la impunidad escudada en el terrorismo islámico permitió a algunos medrar teniendo al país en un estado de colapso permanente. La trilogía de Argel, con el inspector Llob como protagonista, es una sorprendente muestra de novela negra argelina, que ilustra más sobre aquel país en aquellos desdichados años, que la mayoría del trabajo académico.
En Las sirenas de Bagdad cambia el escenario, esta vez la trama se desarrolla en Iraq tras la invasión occidental y el derrocamiento de Sadam Hussein, y nos narra el proceso de radicalización de un joven iraquí, que tras sufrir una humillación por parte de las tropas estadounidenses decide inmolarse para vengar la afrenta. Es reclutado para perpetrar un atentado biológico en Londres, siendo él mismo el portador de un virus letal que aniquilará a occidente.
El título de la novela posee un doble significado. Por un lado se refiere a los atractivos de la ciudad de antes de la guerra, que maravillaban y atraían al protagonista cuando estudiaba en su universidad; y por otro a la realidad del día a día en la que las sirenas de los vehículos de emergencias que atraviesan de un lado a otro Bagdad son el telón sonoro de una ciudad arrasada por los atentados.
La novela, que se lee de un tirón y mantiene el suspense hasta la última página, se ve enriquecida por la caracterización de los personajes, complejos y con matices. Las motivaciones de los personajes son diversas y ninguno de ellos responde al perfil de lo que consideramos un terrorista islámico. Tenemos por un lado al intelectual musulmán, antigua estrella mediática en occidente, que tras serle negado un galardón académico da un giro a su posición y regresa a Oriente Medio donde atiza el fuego de la guerra con sus discursos. Este personaje mantiene una conversación con quien podría ser el trasunto del autor, un intelectual musulmán preocupado por tender puentes entre oriente y occidente, pese a lo frustrante que en ocasiones le resulta la tarea. Esta conversación ahonda en la percepción que tienen los musulmanes de como son considerados por el primer mundo.
Otro personaje, un líder carismático, primero entre los jóvenes de su pueblo a los que arrastra con él a la guerrilla en Bagdad, es mucho más duro y cruel con sus propios compatriotas, a los que no duda en matar, que con las tropas occidentales. Como la vida misma. El terrorismo islamista se cobra muchas mas vidas de musulmanes que de occidentales.
Novela muy entretenida, eso en primer lugar, que además aporta materia para la reflexión a aquellos que tendemos a pensar que sobre algunos temas ya lo sabemos todo.

domingo, 9 de octubre de 2011

LUCÍA FIGAR Y LA CHACHA FILIPINA

Lucía Figar, Consejera de Educación y Empleo de la Comunidad de Madrid, ha recurrido, según el diario "Público", a una artimaña para poder eludir la bolsa de empleo y contratar a una empleada del hogar que residía en el extranjero. La treta no le ha salido bien ya que se ha considerado que el dominio del tagalo, requisito indispensable según nuestra exquisita consejera para quitar el polvo a sus muebles, no se considera una cualificación necesaria para las empleadas del hogar. Se ve que esta servidora pública quería contratar los servicios de una eficiente trabajadora filipina residente en Noruega pese a haber en nuestra Comunidad otras personas aptas para ese empleo.
Lucía Figar fue miembro de lo que se vino a llamar "el clan Becerril", un grupo de pijos ambiciosos que rondaban a Aznar cuando éste era el líder cósmico de Celtiberia, cuyo máximo representante es el cetrino Agag, un oscuro mercachifle que logró emparentarse, vía gineceo, con nuestro diminuto mandamás.
Aunque con las barbaridades que dice y hace esta señora, asunto gravísimo tratandose de la máxima responsable de educación en Madrid, en esta ocasión me permito señalar lo risible de las preocupaciones cotidianas de esta alta mandataria, que supongo dan medida de su talla personal. La chacha filipina, el estereotipo de los ricos españoles y sus chalets en Puerta de Hierro, resulta que es verdad. Y nuestra excelentísima Consejera pierde el culo por ajustase al mismo.
Lo peor de todo es que a esta titana la hemos elegido nosotros, y lo mas triste es que lo volveremos a hacer.