
El Joven Dilettante se suele comportar como un pequeño reloj suizo. Invariablemente una vez al día los Señores Dilettante olisquean el ambiente y exclaman:
- Ahora hueles más que nunca, y no a ámbar.
Es el momento de llevar al Joven Diletante a su cambiador para proceder al cambio de pañales. El procedimiento es sencillo y, por repetido, somos capaces de hacerlo con los ojos cerrados. Mientras el jovenzuelo sonríe y patalea, se procede a desnudar la mitad inferior del tierno infante. Se sueltan las dos tiras adhesivas que mantienen sujeto el pañal y se encuentra uno con el desaguisado. Una pasta arcillosa cuyo olor hace que se le salten las lagrimas al infeliz que se encuentra realizando esta tarea.
En esos dramáticos momentos se vienen a la memoria los versos de Dante:
Allí llegamos; y allá abajo en el foso vi gente sumergida en estiércol como salido de letrinas humanas.
En el canto decimoctavo de la Divina Comedia el poeta describe el Malebolge. Es el octavo círculo del infierno y destino de traidores y fraudulentos. Este círculo contiene diez bolgias o fosos donde penan aquellos que cometieron esos pecados. En el segundo foso se encuentran los aduladores, los cuales se retorcerán entre los pañales del Joven Dilettante por toda la eternidad.
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